lunes, 5 de enero de 2015

Tatuaje


Estoy en una biblioteca, esperando a funcionarios del gobierno de la ciudad. Son las dos y media de la tarde, hace calor. La biblioteca ubicada en pleno barrio norte, tiene las paredes revestidas en una madera oscura que la hace muy misteriosa, es una casona antigua. De pronto, me transporto en mi imaginación, casi como en un sueño me veo en el 1900. Me imagino como viviría la gente allí, cómo estacionarían los carruajes, pienso en la vestimenta que tendría que usar en esa época, los miles de secretos que encierran esas paredes de las familias de la alta burguesía argentina. 

De pronto...uno de los funcionarios llega apurado, totalmente transpirado, tomando un "gatorade" casi sin respirar. Me despierta de mi ensueño, vuelvo al 2014. 
Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que estoy rodeada de ocho funcionarios de la ciudad, incluido un ministro. Arrancó el trabajo.  Se sientan alrededor de una mesa muy grande, también de madera oscura, conversan. Hace tanto calor que no puedo ni escucharlos, sólo pienso en beber agua fría. 

Me siento en una mesa que estaba apartada, mientras pienso cómo carajo resuelvo la nota. Siempre al acecho, sin dejar de mirar...siempre a una distancia prudencial para disparar.

Miro, miro...repaso el lugar: paredes, piso, techo. Me detengo en uno de los funcionarios que esta sentado delante mío. A través de su camisa blanca de lino veo un tatuaje. Entre cierro los ojos como queriendo enfocar y me doy cuenta que es el yin y yang....y que el tatuaje baja,  como dibujando su columna vertebral, sigue ... baja... baja y se pierde....


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